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“Me dijeron, ven, no es solo una feria, ‘es una reivindicación creativa del espacio público’, me dijeron que se trataba de contribuir a mantener ‘una memoria escrita que nos permita soñar otros futuros’. Y fui, y a veces pasa que las cosas se cumplen; no es solo por azar, es porque muchas personas están ahí, atentas a pasarle al tiempo y no que el tiempo nos pase, ese tiempo hecho también de trabajo y de intenciones. FeLisa no termina cuando ya has intervenido en la plaza junto con alguien que conoce tus textos y te guía para crear una gran conversación común. FeLisa siguió cuando me acerqué a la fiesta vecina del Orgullo y algunas personas venían de la plaza, y continuamos la conversación con sidra y música. Y al cruzarme, al día siguiente, con quienes asistieron a los actos y me daban su opinión, me hablaban de todo lo que estaba vivo en sus silencios. FeLisa, dije a las gentes buenas de la organización, tiene nombre de huracán, un huracán de cultura siempre que la cultura no sea excedente ni privilegio sino barredora de tristezas, denuncia y canto de lo que nos une. Gracias”.