Club lectura Biblioteca Municipal de Gravina
Primer banco a la derecha entrando al Parque del Agua desde la Rampa Sotileza
Farenheit 451 | Ray Bardbury
Farenheit 451: temperatura a la que arde el papel. Ésta es la novela de Montag, bombero. Su misión es quemar libros. Era un placer quemar. Los libros se elevaban en chispeantes torbellinos y se dispersaban en un viento oscurecido por la quemazón.
¿Qué tiene el fuego que nos parece tan hermoso?
Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar, para que una mujer se deje quemar viva. Tiene que haber algo. Uno no muere por nada.
¿Será porque “leer da sueños”?
Un libro, en manos de un vecino, es un arma cargada. Quémalo. No aflijamos a los seres humanos con recuerdos. Que olviden. Quememos, quemémoslo todo.
Uno empieza con los porqués, y termina siendo realmente un desgraciado.
Quemamos la primera página, luego la segunda, y se transforman en mariposas negras.
¿Un problema se convierte en una carga demasiado pesada? Al horno con él.
Dale a un hombre unas pocas líneas de poesía, y se creerá dueño de la Creación. Creerá que con los libros podrá caminar por encima del agua.
No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe.
Todos deben dejar algo al morir. Un niño o un libro o un cuadro o una casa o una pared o un par de zapatos. O un jardín. Algo que las manos de uno han tocado de algún modo. El alma tendrá entonces a dónde ir el día de la muerte, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, allí estará uno.
Quizá los libros nos saquen un poco de esta oscuridad. Quizá eviten que cometamos los mismos condenados y disparatados errores.
Vamos a memorizarlos para que sobrevivan en la memoria humana.
Y, como el Ave Fénix, renaceremos de nuevo.