Marta Sanmiguel escribe que «el pasado es una polea que hace ruido». Esta idea encarna dos movimientos: la ascensión de los recuerdos y el barullo, lo que suena y reverbera. Estas dos gesticulaciones son las que vivimos en Felisa el pasado mes de julio: el recuerdo que, en lugar de maniatar, manifiesta su nombre entre plurales y la jarana estrepitosamente alegre de quienes celebran la cultura en las plazas. Junto a tantas lectoras, amigas y cuidadoras de lo torcido en los tamarindos, la Feria del Libro de Santander fue una asunción de qué mundo soñamos: el país de las hamacas, los libros, el geranio por bandera y la eterna madeja de afectos que encienden las palabras.
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