Un diario casi completo escrito por Fernanda Sanz Villegas
Lunes 30
Ayer fue tarde de cuento, de activa y asombrada, de seres mágicos y territorios, de bosques, peñas, mar y ríos. Fue una tarde de maestría en el arte contar, fue una tarde que podría haber sido en Hamelin por la captación, así que me dejé llevar.
He pasado 40 años contando y creyendo los cuentos y las historias que contaba y, siempre que tengo ocasión, me siento en el otro lado para dejarme seducir, para que me saque de mí y me lleve allá donde el cuento vaya.
Me atrapó el estilo de la narradora y creadora e ilustradora Laura Ruiz Rivas, me atrapó su ritmo con las palabras, su misterio en las voces, su recitado de las jaculatorias de las brujas o para cuando se piden los favores de algunos seres.
Para llegar a quienes te escuchan, hay que creer. Laura creía, yo era público fácil, lo sé, pero creí con ella.
Me atrapó su «kamishibai» cántabro, sin teatrillo, pero con cuatro palucos se resolvería porque ilustración y relato eran extraordinarios.
Me atrapó que en todo momento las imágenes estuvieran para nosotr@s y Laura «solo» encadenando historias tras ellas.
Me atrapó su mirada e interpelación al público infantil, no muy numeroso, pero muy tenido en cuenta.
Y… el final con Tremeruco ya fue maravilloso.Qué dulzura en su expresión, qué complicidad con ella, qué bien manipulado.
Fue una tarde de cuento y oralidad, de tradición y secretos, de miedos y remedios, una tarde que viene de antiguo y sienta tan bien…
La ilustración del trenti, delicada y tierna, nos acercó a un duende chicuco y travieso, que hace de esas travesuras presencia y nos sumergimos en este universo de criaturas apacibles y diversas. Aparecen los ventolines, los espumeros, la sirenuca, las mozas de agua o el alicornio una variante autóctona más creíble que el unicornio. Ja ja ja. Reconocemos a Lantarón y lo podemos imaginar merendando pulpo y ¡cómo no! nuestra universal anjana, en peligro de extinción por falta de fe. Creamos.
Salen también los malos y tropiezan ojáncano y cúlebre, nuberos y tronantes, caballucos del diablo, ojáncana, guajona y brujas.
«Sin dios y sin santa María, por la chimenea arriba», se van las brujas y las vemos volar. Irán a Cernégula.
Nos dejan Laura y Tremeruco con una sonrisa dibujada y el corazón satisfecho de haber vivido un ratuco mágico.
Pienso en las deliciosas rutas mitológicas que conozco: la del monte Tejas, la mina Pepita o el monte Hozarco, estupendas para recorrer otra vez cualquier día de verano.
Después llega Niño de Elche con su monje. Volvemos de bosques y senderos para atravesar uno, el interior, con él. «Silencio es una toma de conciencia».
Y asistimos a esa exposición de cómo él ha dialogado con el monje de madera, vuelve a salir Ernesto Cardenal, y hacia dónde le llevaba ese juego de espejos literario sobre silencio, diálogo e introspección.
Nos habla de la catarsis de la música y el salvavidas que encuentra en los rincones de silencio y quietud. Nos habla de la necesidad de ser con el otro, lo que sorprende en esta manera de vivir en la que triunfa el individualismo radical. Nos recuerda a Antonio Escohotado, «los prejuicios son miedos» o a María Zambrano «el abismo creador», abismo que Niño de Elche asocia con tus propios miedos.
De repente me llega una conexión personal cuando explica la dignidad del pobre en esa plancha pormenorizada de todas las prendas que te visten incluso de las que llevas en el bolsillo o la mesa «rebosante» para visitas más o menos familiares. Habla de privaciones y memoria, llega Miguel Hernández a la conversación y me quedo. Me lleva a un lugar íntimo y difícil al tiempo que cálido, ese lugar en el que creces y te configura.
Y nos encamina a las reflexiones que su abuelo hacía sobre la muerte cuando los amigos se le iban muriendo. Cuántos espejos.
«Escuchar es suspender tus convicciones», me parece una cita para no olvidar. Soledad, amor, amistad, rezo, religión, salud mental, más miedos,… La conversación se va llenando de miguitas que aprovechar sin desperdicio.
Ante la pregunta de los hilos a los que se agarra, esta persona tan multifacética, con intereses tan diversos dice que cada día tiene una ilusión nueva. Para incorporar en la vida de cada un@, incluso en los días que parezcan perdidos de antemano.
Y enlaza con la charla anterior precisamente en la lectura aquí, en la mejor ‘fiesta’ de los libros y las palabras. Laura explicaba la importancia de contar y contar con exquisitez para animar a entrar en los libros, para enganchar en el vicio de la lectura. Contar y contar bien para atraer el deseo de leer.
Niño de Elche dice que empezó a leer después de salir de la escuela porque antes nadie supo guiarle hacia ahí. ¡Qué papel tan grande jugamos l@s docentes y a veces desenfocamos! La escuela, las maestras y los maestros como impulsores de grandes lectoras y lectores. Es y ha sido una responsabilidad enorme, pero extraordinaria. Importantísima. Y meter el virus de la lectura con tanta dosis que sea resistente a pantallas y aplicaciones digitales.
Nos vemos en la senda del lápiz, interviniendo libros que nos confirmen que el amor perdura aunque hayamos cambiado desde la última vez que la visitamos, en la última lectura.
Apunta al final la presencia de Uruna. Con silbu, gaita, guitarras, violín, pandereta o curdión nos mueven a ritmo de vals, jota, polka o tranquila toná.
Empezamos entre raíces y terminamos con música enraizada.
Con la plaza llena, una vez más, podemos asegurar que «hoy en día vale más la alegría que el dinero”.
Entre palmas, ritmos, sentimiento y algún baile por los lados…
«La despedida les doy por encima de un cerezo
por cada quima un abrazo por cada cereza un beso».