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Un diario casi completo escrito por Fernanda Sanz Villegas

Domingo 29

El tercer día de Felisa la temperatura sigue subiendo libre y arriesgada.

Acaba de empezar Ebbaba Hameida. Desde el principio, el relato pellizca el corazón, ¿cómo una persona tan joven conoce tan bien el dolor, la exclusión o el desarraigo?

Me ha conmovido su planteamiento de una parte del libro desde la mirada de una niña: cómo es para una niña la marcha, cómo se queda la familia del Sáhara y cómo se incorpora la variante ‘niña’ para que el sufrimiento y la pena sean mayores.

Es verdad que hay una gran Red de familias de acogida dispuestas a ayudar y a dar una oportunidad que sin ellas no existiría, es verdad que se ponen grandes cantidades de ilusión y de proyectos para la acogida, pero quienes vienen, quienes son acogidos traen una familia, una forma de vida, unos afectos que son difíciles de llenar en lugares que desconocen, con gente que desconocen y en soledad.

¿Qué siente una niña cuando sale de la tan repetida zona de confort? ¿Qué siente una niña cuando tiene dos pilares que no se miran y cada uno se inclina hacia el lado opuesto? ¿Qué siente una niña en ese momento en que es desgajada de su familia en pro de una vida mejor? ¿De verdad puede hacer balance de los beneficios que le va a aportar esa pérdida? ¿Qué sentirá cuando la familia que ha «abandonado» le pide o exige, no sé, que vuelva a ser una mujer saharaui? ¿Cómo fue la despedida? ¿Cuánto lloró esta niña cuando se le privó de la seguridad que tenía en Sáhara?

Durante 40 años he estado en Educación Infantil y he sentido sus miedos, su necesidad de piel, de miradas y cada 20 de noviembre reivindicamos los Derechos de los niños y de las niñas. ¿Quién trabajó por los de Ebbaba, para que no tuviera que exiliarse? ¿Qué organismo estaba/está pendiente de que las niñas y los niños tuvieran/tengan una infancia sin exilio, sin horror o crueldad? Las iniciativas individuales sí, pero ¿ y las colectivas, las de comunidad, las de Estado?

Ella quería contar su vida y nos emociona a tod@s. Dice lo costoso que ha sido pasar a la primera persona, acostumbrada —como está— al texto periodístico y construye esta historia, su historia, que no es de lo que cree que sienten sino de lo que ella misma ha vivido, de la tragedia de una diáspora y de la perplejidad y abatimiento ante el abandono de todos los países y la fortaleza de su pueblo. El papel del Gobierno de España que la única solución en 50 años, desde que dejó de interesarle lo que fue su colonia, es dejarlo bajo tutela marroquí. ¿Ese es el derecho soberano de un pueblo? ¿Qué miedo hay a que un pueblo se exprese sobre autodeterminación, independencia, monarquía…?¿No se presupone capacidad para elegir un camino, un futuro, una forma de gobierno propia o diferente?

Ebbaba nos transmite un testimonio sincero y desgarrado y esto tambalea.

Tuvo que «enfrentarse » para comprender, a las mujeres que levantaron su vida y buscar en la literatura el refugio seguro que respeta silencios y tiempos. Cuando dice que la memoria ha sido sanación se me ocurren muchas heridas colectivas sin sanar ni cicatrizar.

Hay sororidad y lucha identitaria y búsqueda angustiosa cuando el desarraigo te deja sin raíz, sin saber de dónde vienes ni hacia dónde quieres ir. Lo describe como el peor enemigo del ser humano.

Y enternece conocer esa jaimas abiertas por los cuatro costados y en las que puede dormir quien llega, ese sentimiento integral de colectividad tan distante de nuestra sociedad individualista e individualizada. Sorprende el alto sentido del honor y el orgullo como pueblo. Esto de remar juntos lo estamos perdiendo por aquí, por eso es tan interesante escuchar cómo suenan estos ríos, para que nos salpiquen sus aguas y para tomar las riendas del activismo y formar una gran estructura de conmovid@s por los disparates que afectan a nuestros iguales, sean del color y religión que sean.

Reconciliación con los que dejó y responsabilidad exigida y esperada para quien salió y tuvo la ocasión, para que revierta sobre TOD@S y ella no eligió la Medicina que pretendía su padre. Eligió la PALABRA para curar y denunciar y avanzar. La palabra que suture y escueza y salve.

Fuimos parte de la historia de este país, eso nos concierne. Deberíamos formar parte de la solución. Porque quienes se quedaron tuvieron carencias materiales,  pero quienes salieron… las tienen emocionales.

«Me reconcilia y comprendo el destino que me ha tocado». Es duro decir esto desde una juventud maravillosa. Debería hacernos pensar largamente.

«Vivir en la hamada es vivir en lo más inhóspito del mundo» y, a pesar de este abandono, de este mirar a otro lado, siguen confiando en el Derecho Internacional.

Aunque a Trump se le haya ocurrido hacer resort en Gaza, ya el reino de Marruecos explota territorios ocupados y vende vacaciones en Dajla. Las uñas de la rapiña son sucias y afiladas.

Me quedo más concienciada si cabe, con muchas preguntas nuevas y con la última frase que me escribe Ebbaba en la dedicatoria del libro: «La única lucha que se pierde es la que se abandona».

Ayer entre las banderas de colores, pasaban algunas de Palestina.

NO ABANDONEMOS.

Belén Gopegui viene a recordarnos la vigilancia, la imposición y de alguna manera el desamparo en el que nos hallamos.

Desde la necesidad y, a veces, obligatoriedad de una app de banco, una cita médica online o un correo electrónico, hasta la invasión y abducción en espacios más privados. Me gusta el símil de las antiguas tarjetas postales, imagino que ya nadie las escribe, en las que contabas las bellezas y bienestar en tu lugar de visita o vacaciones. Ahora se airea en redes o WhatsApp algo tan trivial o disfrutón como esto o algo tan penoso como un desengaño, desencuentro o enfermedad. Todo y sin filtro. Como si no hubiera ojos, como si no tuviera consecuencias. Es tan habitual, lo hace tanta gente que nos sumergimos para no quedar fuera de la corriente de la actualización.

Comenta lo de la aplicación vigilante en Meta de los ide adolescentes no colgados y si se suceden, interpretan insatisfacción con tu físico y te empiezan a enviar publicidad de «reparaciones» estéticas. Da miedo, sí, pero hay un margen de reacción que a lo mejor debemos explorar.

Duele que nos ponga el espejo de la pasividad y normalización cuando podemos soportar las imágenes del ametrallamiento de una cola de gente que va en busca de comida y a continuación un anuncio de suavizante o una noticia de un concierto. Sin transición. Sin digestión del impacto. Este vivir en permanente sedación hace daño. Dice que no podemos imaginar cómo se sienten a diario esos cientos de personas en las colas del hambre o esa niña que operarán sin anestesia y así todos los días, en todas las noticias y si no imaginamos es por miedo, porque no queremos sufrir más o porque no lo tenemos al lado. Así no arrancamos una protesta, una acción. Más deberes para hoy, una tarde para pensar en políticas para los refugiados, en muerte y devoluciones, en rechazo y discursos horribles que se repiten a diario. En esto, como en lo que sí nos afecta directamente,  la lucha no puede ser individual, pero debería ser lucha.

Defiende la necesidad de tiempos de soledad y de ratos muertos para apreciar lo que tiene la vida de belleza y así nos recuerda a Irène Némirovsky y su libro de Chéjov donde se habla de la verdadera belleza de la vida que está en los vínculos entre las personas.

Por eso, porque necesitamos de esa compañía se ha permitido, sin apenas resistencia, esta vigilancia.

Alienta a tejer redes de ayuda y cuidado sin intermediarios.

Y porque la novela es una de las mejores herramientas para imaginar… seguiremos leyendo. Siempre y de todo.

Se asoma la noche, cuando por fin se nubla un poco, con Inés Fonseca y su homenaje a ERNESTO CARDENAL, otro acosado y expulsado, este por la macabra dictadura de Daniel Ortega y su mujer. Qué perversidad de la historia. El canto cósmico, los salmos, sus epigramas, somos polvo de estrellas… con ayuda de la noche que va llegando imaginamos el orgasmo de Antares en el Escorpión y una alerta: «de que la conciencia muera, no tenemos conciencia «. Mucho cuidado.

En estos días de escándalos variados, no viene mal ese  «Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del partido».

Termina con una canción que empezó a escribir cuando las tropas salían de Afganistán, continuó con la guerra de Ucrania y la última estrofa para la franja del horror.

Termina una tarde para la concienciación y el activismo.

Y las últimas palabras son de Paco Gómez Nadal: «dignificar la palabra,

dignificar la poesía».